Escribe: Raúl Diez Canseco Terry (*)
Científicos, meteorólogos y economistas coinciden en una cosa: tendremos un fenómeno El Niño este y el próximo año, entre moderado y grave. Hay quienes creen que será igual o peor que el del 97. Si fuera así, las pérdidas serían de al menos 3,500 millones de dólares. Un desastre para el país.
Las primeras señales ya las estamos sintiendo. Los desequilibrios climáticos –con un invierno que parece verano– impactan directamente sobre la producción de alimentos. La escasez genera inflación y los precios altos hacen que buena parte de la gente reduzca sus comidas exponiéndose a enfermedades.
Según el Banco Mundial, la inflación en alimentos se ha elevado entre 5% y 30% en 161 países. En el caso nuestro, las familias más pobres sienten el alza de precio en los mercados de abasto y automáticamente disminuyen sus raciones, eliminan una comida al día y reducen su ingesta de proteínas.
El Banco Central Europeo calcula que el aumento de un grado de temperatura ocasiona la disparada de precios en los alimentos en, al menos, 6% en un año. Esta cifra en el Perú se multiplica por tres.
En nuestro caso, El Niño Global se cruza con El Niño Costero. El Banco Central de Reserva ha demostrado que este tipo de fenómenos dispara los precios en los mercados, como ocurrió el 2017 y el 2022, periodos en los que la pobreza aumentó.
Por otro lado, el Ministerio de Economía y Finanzas acaba de emitir el nuevo cálculo del Marco Macroeconómico Multianual según el cual creceremos apenas 1%, lo que significa que la maquinaria de inversiones está prácticamente parada.
En ese contexto, todos los esfuerzos debieran orientarse a mejorar la capacidad de gasto de los tres niveles de gobierno. La Contraloría ha alertado que existe un retraso en los trabajos de mitigación y prevención del fenómeno El Niño en estos tres ámbitos de la administración pública.
De los 1000 millones de dólares asignados a obras de prevención, solo se ha ejecutado el 5.6%.
El Niño es un fenómeno que afecta todos los sectores, principalmente, salud, agricultura y pesca. La anchoveta huye de nuestras costas o se sumerge buscando aguas frías. Las lluvias e inundaciones son escenario propicio para el desarrollo de enfermedades respiratorias o gastrointestinales. En el sur, la sequía matará animales y sembríos.
Es insólito que los trabajos estén retrasados. El Ejecutivo debe monitorear y encabezar la dirección de los trabajos de prevención que tienen a su cargo los gobiernos subnacionales, antes de que empiecen las lluvias. Esperar puede ser fatal.
Las empresas agrícolas podrían unirse y crear un fondo de contingencia que pueda atender de manera inmediata el colapso de los sistemas de riego, por ejemplo.
Es hora también de involucrar a los batallones de ingeniería de las Fuerzas Armadas para hacer una sinergia con las brigadas de trabajo que deben formarse en todas las regiones costeras del país y en las del sur para trabajar en tambos y albergues para proteger los animales ante la disminución de forraje.
El Gobierno debiera disponer de fondos para comprar o alquilar maquinaria indispensable para paliar la emergencia como motobombas y maquinaria pesada. Y para disminuir el costo en vidas, es urgente incentivar los simulacros de evacuación de las zonas críticas. Nada mata más que el pánico y la falta de preparación. La ayuda del Estado será poca si El Niño se desborda. Estamos advertidos.
* Ex primer vicepresidente de la República.