Escribe: Raúl Diez Canseco Tery (*)
Producto de las sucesivas crisis políticas, pero también como resultado de peruanos sesgados que no entienden la importancia de la globalización, el Perú vivía aislado del contexto internacional. Esta parálisis empieza a romperse. Por estos días, la presidenta Dina Boluarte asiste a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y, en noviembre próximo, nuestro país debe ser ratificado como sede de la Cumbre APEC 2024.
Estos dos acontecimientos abren una enorme oportunidad para que el Perú se reposicione en el tablero geopolítico. Los estados modernos desarrollan lo que se llama la Diplomacia Presidencial, un mecanismo en el que las reuniones bilaterales y multilaterales tienen altísimo interés para proyectar confianza, predictibilidad; lo que a su vez dinamiza futuras nuevas inversiones.
El país necesita a gritos convocar inversión fresca que genere empleo, más ahora que el BCR nos acaba de informar que creceremos apenas 1% este año.
Respecto a la Cumbre de la APEC 2024, esta será la tercera vez –desde que en 1998 ingresamos a este foro– que seremos anfitriones. A la vuelta de la esquina, tendremos un escenario excepcional para que el sector público y privado fortalezcan las relaciones internacionales, impulsando la economía y reafirmando nuestro papel en la comunidad global.
La APEC agrupa a 21 economías de la Cuenca del Pacífico, incluyendo a algunas de las más grandes del mundo que representan el 38% de la población mundial, el 48% del comercio global de bienes y servicios, y el 62% del Producto Bruto Interno global.
El intercambio comercial que hemos tenido con estas economías aumentó en todos estos años en un 12%. Esto puede dispararse si gestionamos bien los dos proyectos encaminados a transformar el país desde el punto de vista económico y de infraestructura: el Megapuerto de Chancay y la ampliación del aeropuerto Jorge Chávez.
El primero de ellos será inaugurado precisamente con ocasión de la cumbre económica mundial. Estamos intrínsecamente conectados con las economías APEC, y esta es una ocasión para fortalecer esos lazos, no solo mediante nuevas vías de colaboración económica, sino con nuevas oportunidades de inversión.
Es el caso del servicio de cabotaje –que apenas si existe en el país, pero que ya tiene una ley aprobada– que debe servir para recuperar nuestra importancia marítima en el Pacífico. El transporte marítimo de carga, además de ser 25% más barato que el transporte por carretera, significa menos emisiones de CO2.
La designación del Perú como sede de la APEC brinda, pues, múltiples oportunidades. En el campo de la educación debemos formar a los futuros técnicos y profesionales especializados en operación de puertos, aeropuertos y servicios conexos. Si bien la tecnología es fundamental en estos sectores, se necesitará recursos humanos preparados para todo tipo de operaciones.
Es una oportunidad para posicionar al país en el escenario internacional, impulsar la economía y reforzar nuestras relaciones comerciales. Es también una muestra de la confianza que las naciones más desarrolladas tienen en nuestra capacidad para organizar un evento de esta envergadura y, al mismo tiempo, representa un desafío que estamos preparados para afrontar.
El país está listo para recibir a líderes de todo el mundo y demostrar que es un actor clave en la región Asia-Pacífico. Debemos ver este acontecimiento como una plataforma para el crecimiento y desarrollo a largo plazo; una señal clara de que empezamos a romper el aislamiento internacional que el Perú no se merece. Ojalá el enfrentamiento y las crisis políticas –que nunca faltan– no obstruya este proceso de poner al Perú en los ojos del mundo.
* Ex primer vicepresidente del Perú.