Escribe: Raúl Diez Canseco Terry *
Unos días en Alemania, estrechando lazos con la Fundación Konrad Adenauer, me permiten entender que no solo este país, sino toda Europa, está preocupada por la polarización de las ideas; en su caso se aprecia el resurgimiento de una derecha extrema, ultranacionalista, que desentierra fantasmas del pasado, enturbiando la reflexión serena y arrinconando las posiciones de centro.
En nuestro caso, en el Perú, también existe una polarización ideológica, aunque de naturaleza distinta —producto de la confusión, el clima de polarización que vivimos y del populismo—, que busca igualmente despertar fantasmas del pasado que no han funcionado en ninguna parte del mundo.
Me refiero a la amenaza persistente del resurgimiento de ideas extremistas, camufladas bajo un discurso pseudonacionalista, presentadas como soluciones radicales a nuestros problemas estructurales: el comunismo.
Es imperativo recordar que no existe un solo ejemplo en la historia mundial donde la socialización de los modos de producción haya triunfado en la erradicación de la pobreza. Al contrario, los hechos demuestran que estos modelos, si algo han generado, es más miseria y menos libertades fundamentales.
Estas formas de pensamiento radical tienden a prosperar en contextos de desesperanza y carencias. En nuestro país, la falta de un Estado eficaz que proporcione servicios básicos de salud, educación e infraestructura y promueva empleo, crea un caldo de cultivo perfecto para que estas ideas se propaguen.
Sin embargo, retrocederíamos una o dos generaciones si creemos que el colectivismo y el estatismo doctrinario son soluciones viables. Dar este salto al vacío ahuyentaría el capital, dilapidaría las reservas internacionales y fomentaría la corrupción burocrática.
La generación de empleo y la mejora en la calidad de vida solo pueden lograrse mediante un entorno jurídico estable, propicio para incentivar nuevas inversiones y la libre iniciativa de todos.
Las políticas económicas que promueven la competencia, la innovación y el emprendimiento han demostrado ser las más efectivas para el desarrollo. La inversión privada es el motor de la economía, y cualquier intento de controlarla o restringirla, bajo pretextos ideológicos, tendrá consecuencias desastrosas.
El modelo que propone la izquierda radical en el país lleva inevitablemente al aislamiento, la ineficiencia y la corrupción. Para evitar caer en la trampa de las ideologías extremistas, debemos trabajar en fortalecer nuestras instituciones y garantizar un equilibrio de poderes. Solo con un Estado transparente y responsable, y una sociedad civil activa y vigilante, podremos asegurar un futuro próspero para el Perú.
La generación de empleo, el fomento de la inversión y la libre iniciativa son las verdaderas claves para sacar a nuestro país de la pobreza. Necesitamos también un gobierno con grandes dosis de gestión y liderazgo, dos componentes de los que hoy carecemos.
El péndulo de la historia lleva al mundo hacia uno y otro lado. Rechacemos cualquier intento de implementar modelos económicos que han fracasado repetidamente en todas partes. Aprendamos a reconocer la señal del éxito y elijamos el camino de la libertad y el desarrollo.
* Ex primer vicepresidente del Perú