Escribe: Raúl Diez Canseco Terry*
Los recientes resultados de dos encuestas (Datum e IEP, agosto 2024) presentan un panorama en el que las preferencias ideológicas de los peruanos se van decantando y asentando. Los números no engañan: la mayoría de la población no es de izquierda.
Según la encuesta de Datum, el 27 % de la población peruana se identifica con la derecha o con la centro-derecha (48 %), mientras que solo un 13 % respalda a la izquierda. La encuesta del IEP, por su parte, muestra una distribución un poco más equilibrada: 34 % se ubica a la derecha, 32 % al centro y 27 % a la izquierda.
Estos datos, aunque varían en algunos porcentajes, coinciden en un punto central: la derecha y el centro-derecha representan la mayoría de las preferencias políticas en el país. Sin embargo, para ser realistas, debemos remarcar que los términos “izquierda” y “derecha”, a estas alturas de la vida, son expresiones trasnochadas.
Como me enseñó Fernando Belaunde, en el mundo ya no existen países de izquierda o países de derecha. Hay países que van adelante o van para atrás. Lo concreto es que hay quienes creen en la democracia, la libertad de expresión, la separación de poderes, la inversión y el desarrollo, y quienes creen todo lo contrario.
Es interesante anotar que, en ambas encuestas, el número de ciudadanos que no se identifica con alguna opción política es la mayoría. Este sector representa el 34 % de la población (Datum) y podría ser determinante en las próximas elecciones.
La actual coyuntura es propicia para que los partidos verdaderamente democráticos trabajen en consolidar una coalición que atraiga a este amplio sector de indecisos.
Es evidente que el último gobierno de izquierda dejó una huella negativa en el país, que aún nos pasa factura. El gobierno de Pedro Castillo incentivó el proceso de agitación política que desarticuló el Estado, paralizó la obra pública, alejó las inversiones y produjo, en general, una endeble gestión pública que profundiza los problemas económicos y sociales que aquejan al Perú.
La pérdida de confianza en los medios tradicionales y el auge de medios y redes digitales han contribuido también a este cambio de percepción, inclinando la balanza hacia posiciones más equilibradas que buscan el desarrollo en libertad.
Sin embargo, para capitalizar esta ventaja, los partidos de este sector deben trabajar en la construcción de un proyecto político que no solo rechace las fallas del pasado, sino que también ofrezca una visión de futuro que atraiga a quienes aún no se han decidido.
Este proyecto debe estar centrado en promover el crecimiento económico, generar empleo, atraer nuevas inversiones y fortalecer un Estado capaz de proporcionar servicios públicos de calidad. La población peruana ha demostrado, a través de estas encuestas, que valora la libertad, la familia, el trabajo digno, la justicia y la paz. Estos deben ser los pilares de la coalición que aspire a gobernar el país.
El reto para los partidos que expresen estos principios es lograr la unidad en torno a un programa común que represente estas aspiraciones. Esta coalición debe ser capaz de articular un discurso que combine la defensa de los valores con la necesidad de un Estado eficiente y moderno. Además, es clave que estos partidos se acerquen a los jóvenes, quienes representan el futuro del país y que, en gran medida, aún no se sienten representados por ninguna tendencia política clara.
Lo que en el fondo está buscando el país son líderes que ofrezcan soluciones reales a sus problemas. El mensaje para atraer y consolidar ese bloque alternativo que cree en la libertad, la democracia y los valores, debe ser muy claro y contundente para señalar el rumbo del Perú: ni a la izquierda, ni a la derecha, sino adelante.
(*) Ex primer vicepresidente del Perú